English Translation
Ya no soy la joven promesa de nada.
Niños en pañales son por primera vez buenos en algo.
Sus madres les toman una fotografía
que más tarde presumirán a sus amigas,
sin saber que un día confesarán en un poema
que han perdido 27 años
y ya no son la joven promesa de nada.
Posiblemente he decepcionado a más de uno,
Sobre todo a esos que auguraron reinos, caballos
y espadas fundidas en corazas legendarias.
La gente pregunta «¿Qué haces para ganarte la vida?»
cuando deberían preguntar «¿Qué hice para perderla?».
Para mí que apenas vislumbro las nubes reflejadas en las paredes,
que apenas he logrado quitarme el babero,
todo lo aguardo con una misteriosa paciencia.
A mi edad mi padre ya me cargaba en brazos,
facturaba con su nombre y se daba el lujo
de contaminar las calles con autos averiados.
A mi edad no sé qué es un corazón:
todas mis citas han sido en cementerios;
todos mis amores, recetados;
y sigo confundiendo extraños con puertas de emergencia.
Estoy renunciando a lo que odio
para salvar lo que amo.
Afuera llueve, afuera todo se renueva.
Siento que desarmé mi vida
como un juguete con el que todavía quiero seguir jugando.
«Raro oficio gratuito»: ir perdiendo amaneceres,
dedos entrelazados, bancas de parque,
nombres que se despedazan como fragmentos de panes,
noches que damos a los perros,
personas como sótanos,
lecciones que llegan demasiado tarde.
De todo lo que pierdo, voy recuperando
mi vocación de polvo:
sueños interrumpidos por sirenas,
botellas ignoradas por la prisa del mensaje,
el regreso a casa después de una carrera,
la soberbia confundida con la audacia,
las grandes historias que la verdad rechaza,
los pequeños farsantes que la fama crea.
Pero al final, después de todo, la belleza es fragmentaria.
¿O quién ha visto un Partenón entero
o una Venus de Milo con sus dos brazos?
Ya no soy la joven promesa de nada
y nunca seré el héroe de nadie,
¿pero quién verdaderamente lo es?
¿Quién puede ser dichoso en lo roto
cuando entero ha sido un desdichado?
ENGLISH
All Apologies
I am no longer the young promise of anything.
Children in diapers are, for the first time, good at something.
Their mothers take a picture
to later boast among friends,
unaware they’ll one day confess in a poem
that they have wasted 27 years
and are no longer the young promise of anything.
I have likely disappointed more than a few,
especially those who foretold kingdoms, horses,
and swords cast into legendary armor.
People ask, “What do you do for a living?”
when what they should ask is,
“What did I do to lose it?”
For me—who barely glimpses clouds reflected on the walls,
who has scarcely managed to take off the bib—
everything is awaited with a mysterious patience.
At my age my father already carried me in his arms,
signed checks in his own name, and enjoyed the luxury
of polluting streets with broken-down cars.
At my age I don’t know what a heart is:
all my dates have taken place in cemeteries; all my loves, prescribed;
and I still run through strangers as emergency doors.
I am giving up what I hate
to save what I love.
Outside it rains, outside everything is renewed.
I feel I have dismantled my life
like a toy I still want to play.
A strange, unpaid trade: to keep losing sunrises,
fingers intertwined, park benches,
names that falls like crumbles of bread,
nights handed to the dogs,
people like basements,
lessons arrived too late.
From all that I lose, I begin to recover
my vocation for dust:
dreams interrupted by sirens,
bottles ignored for the haste of a message,
the return home after a race,
pride mistaken for boldness,
the great stories truth rejects,
the petty frauds fame creates.
But in the end, after all, beauty is fragmentary.
Or who has ever seen a complete Parthenon, or a Melo´s Aphrodite with both arms?
I am no longer the young promise of anything, and I will never be anyone’s hero— but who truly is?
Who can rejoice in fragments
when completeness brought no joy?